Todo el amor que nos sobra
Los lugares oscuros que atisbé y nunca quisiste mostrarme han echado raÃces. Gruesas, recias y puntiagudas, surcan la tierra empantanada que he regado desde el lagrimal al negarme a mà misma para retenerte a ti. Es irónico, en realidad. Nunca pensé que el reconocerme sola en mitad de este páramo se sentirÃa más parecido a una victoria que a la pérdida agónica del amor. Decirte adiós con una promesa en los labios, sentir tu espalda contra la mÃa con la separación de una puerta parecida a una muralla, el sonido de tus pasos atenuándose hasta el último cierre seco... Todo aquello fue aliviador. Me apena, es cierto, pero los dÃas han pasado y el agotamiento está desapareciendo. Quizás entonces no era completamente consciente de toda la energÃa invertida en querer comprender, en buscar una respuesta plausible a tu silencio, el mismo que me hacÃa sangrar los tÃmpanos cuando solo podÃa escuchar el sonido de mis lágrimas contra el suelo de mi salón. Hoy sé que la soledad contigo era una punz