La última carta que te escribo.

Aún no puedo creerme que te estés haciendo el dormido esta noche. Estoy llorando en el sofá mientras me muero de pena rememorando todo lo que no hemos llegado a ser. Tú duermes como si nada, como si esto fuera parte de un trámite horroroso que te niegas a esquivar. Me rodeo de una sábana que aún huele a nuestra casa (esa que tú siempre consideraste unilateral) y deseo que cuando me despierte esto solo haya sido un mal sueño que se ha terminado después de entrar al último pub abierto de la ciudad. Hay una luz violeta que me mece en la oscuridad de un salón gris y vacío que solo conseguiste llenar con tu dolor oscuro, una luz que siempre he amado y de la que a partir de hoy comprenderé su vinculación al veneno ultraviolento. 

Siempre creí en ti, pero nunca pensé que te distanciarías tanto como para ser una especie de ser, de esos por los que siempre sentí desdén. Un ser frío y azul que se aparta del afecto y que niega el último segundo a recordar lo bonito de un abrazo.

Lloro desconsoladamente mientras me escuchas desde la habitación contigua. Me lamento en silencio y te llamo con la voz del alma que solo clama al destino. Y no vienes. No vienes porque no eres destino ni eres futuro. No eres la luz cálida que me amparará de las siluetas oscuras que teje el violeta en torno esta noche de dolor. Tú lo sabías, pero a mí me engañaste prometiéndome que todo estaba bien, que todo iría bien, que llorarías mi pérdida como un náufrago extraña el agua clara de un oasis.

Lloro, desconsoladamente, porque siento que esta es la última vez que me lo permitiré.

Lloro porque quise creer que el destino éramos los dos saltando las barreras de aquellas visiones oscuras que todo el mundo nos recordaba. Lloro porque estoy tumbada y escribiendo en tu sofá todo aquello que siempre te negarás a escuchar de mis labios, mientras tú duermes y olvidas que mañana seré otra.

Pero te lo juro.

Te lo juro.

Este es el último día del año que te escribo.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares