Poemas y otras mierdas.

Días de mierda y días de todo. Días de hacer daño y dañarse. Días de esos de desear tener garganta. Trescientas puñaladas en el pecho y remolinos en la boca del estómago. Dolor, podría decirse. Y absolutamente todo adentro, alimentándose de la sal de las heridas con sus carreteras a los ojos.
Lágrimas y todo manchado. Sucio. Palabras de color gris nítido. Más bien mate, que mata desde dentro. Pero a mí no me importaría donar los ojos a cualquier trovador que sepa usarlos, prefiero llorar con los dedos y escribir lágrimas.
¿Y de qué sirve morir si acabas matando la razón por la que mueres? 
Dulce paradoja perfecta. Lágrimas invisibles, como las palabras.
Así que si tengo que renunciar a todo lo que escribo porque no sufras mi dolor, estoy dispuesta a hacerlo.
Estaría dispuesta a morir por ti.


Hay días en los que me siento demasiado pequeña a tu lado. Y sé que odias cada vez que lo digo, pero algún día lo acabarás aceptando.
Tengo miedo de que veas que no he cambiado; de que no ha cambiado nada.
Tengo miedo de acostumbrarme a que hagas de caparazón sobre mí y el día de la tormenta no te encuentre ahí.
Sé de buena mano que amor mueve montañas, y más aún si lleva tu nombre grabado a fuego e imborrable, pero necesito que entiendas que no se trata de yo piense que no estás aquí, si no de lo que pasará cuando no estés.



Ninguna de las partes de todo mi ser te merece.
Te quiero mucho.

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