Aún no me he perdonado.

Me gustaría decirte que aún echo de menos las caricias capaces de desnudar el alma. Entre cada gramo de éxtasis que tu piel provocaba. En cada vez que mis labios se abrían, y solo eran capaces de dibujar suspiros en consonancia con tu respiración.
Cuando tu fuego era lo único que conseguía hacerme tiritar, y luego explotar en una sobredosis de éxtasis. Tan infinita como efímera, e inalcanzable a estas alturas, en las que el vértigo me puede.

Pero no voy a hacerlo.
Hoy no.

A veces me acuerdo de cuanto hemos cambiado, y entonces la rabia comienza a hacerse paso arañándome el estómago. Me recuerda que el mundo sigue empeñado en hacernos creer que todos nuestros errores son solo golpes de experiencia, cuando en realidad quizás mañana ambos estemos muertos, deseando habernos drogado más y amado menos.
Quizás sin resultado.

'La realidad siempre es mucho más jodida, pequeña.'

Ahora solo soy capaz de recordar el vacío a través del cristal de una botella, y las ganas del jodido orgullo de romper todo lo que pudimos no callarnos. Con razones de sobra en el corazón y los pulmones, para desatarme aquí mismo y pedirte que me vuelvas a hacer tan tuya como la ansiedad.
Nadie dijo que fuera fácil hacerse doler.
Suerte que a mí aún me quedan armas.



Y ahora vas tú y decides volver.
Decides volver a estancarnos en la misma mierda de cada noviembre, y que se encargue el mundo de sacarnos de esta. Volver a cada segundo de recuerdos, de noches, de miradas que lloran por querer demasiado, y esa angustia sabor reproche, de todo lo que nos quedó por decir.

Manda huevos.

Porque sabes de sobra que estoy cansada de historias que acaban con puntos suspensivos y que decides terminar con otras. Cansada de esperar que llegues una noche y me digas que estás cansado de correrte en el alma equivocada, y que quieres que vuelva a ser yo la que se joda en tus versos.
Y que aún así siempre tenga espacio para quererte.

Y te callas. Y te duele. Y nos jode.

Te he visto mil veces antes de saber quien eras, y aún así, no puedo evitar reírme.
Buenos dos se han juntado para dañarse. Buenos dos que piensan lo bonita que acabaría nuestra historia con un polvo y dos te quieros.
Y luego enseñar a olvidarnos sin aprender nunca cual ha sido el error.

Quizás, y como siempre, sin resultado.




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