De vez en cuando.


Ahora es cuando vuelves y me prometes que ninguno puede hacer más de lo que hace. Y sin embargo, tú logras hazañas imposibles. Eso de amar, querer, y todos sus dobles sentidos.
Dices que hacer esto difícil es fácil.
Que me entiendas, es algo que dejó de preocuparme desde el mismo momento en el que me dijiste que tú no me sabías.
Y es que hay días y días.
Sonidos con recuerdos en noches de frío; con farolas de luz desteñida a lo lejos.

Saco momentos de donde no los hay y recuerdo cómo hubieran sido las cosas.
Seguro que igual.
Seguro que mal.

Pero soy tan tonta que lo poco me basta.  Lo mucho me ata.



Mira, ni tú ni yo hemos nacido para renacernos a besos, ni pintarnos poemas de amor en la piel.
No quiero mancharme de un olor, ni de un futuro con un presente viejo y un pasado incompleto.
Quiero seguir estando en un caótico universo paralelo al resto donde lo creas o no, yo jamás miento.
Pero soy tan feliz, y esto es tan ridículo que sonrío.
Porque es lo único que nos salva, lo único que hace que las caídas esas de la vida esta duelan menos y vivamos más.

Lo has conseguido.
Yo también.

Ahora toca callarnos, mordernos las lenguas, si quieres mutuamente, y despedirnos para no volvernos a ver en un largo para siempre.

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