Como si fuera poco.

"Cuando lo veía, solo podía pensar en una cosa.
En una frase.
Y tenía que apretar los labios para que no se me escapara: 'estaría aquí a pesar de todo'."


Hoy me ha parecido un buen día para reconocer que a voces y a veces —quizás más de las que debería— hago como que no te escucho. Como si no me asustaras. Que me miro las uñas mientras hablas, como buscando algo en mitad del blanco y el olor a química, y me encuentro con que un día más a tu lado es un nivel salvado, una supervivencia a nosotros mismos.
Normalmente, actúo como si eso no fuera suficiente.
Finjo que no me gusta estar contigo, que detesto tu olor a chico gris, y a menudo te digo que mi osadía y mis caprichos son más importantes que verte a ti con los ojos cerrados.
Te restriego que somos incompatibles; que nos acabaremos odiando al descubrir que mi materia destruye tu energía, que mi paciencia estrangula tus nervios y correr tras de ti en realidad significa huirte.
Que es irónico que tu acero solo se derrita con el fuego que más me asusta a mí.
Y ya, luego me enfado porque se suponía que tendrías que haberlo sabido de antemano.

Soy un ser despreciable. Incomprensible. Intolerable.
Pero dentro guardo otoño y amor, y te los estoy regalando, aunque no tenga ni idea de cómo usarlos.

No sé por qué parece que me cubro el alma cada vez que te acercas, que solo te dejo destaparme si me besas.
Tu boca otra vez en mi boca fue colorear con matices un corazón monocromado (aún no sé si el tuyo o el mío) y descubrir que el mundo es mucho más complejo de lo que creía antes de ayer. O a lo mejor estas marcas negras de uñas en mis muslos solo significan que aún no me has besado lo suficiente.

—¿Lo suficiente para qué?

—Qué se yo. Para tener ganas de salir corriendo. Para perderme. Para perderte a ti.


Quizás me da rabia reconocer que vuelves a estar loco por mí cuando en realidad no sé qué espero de ti. O de mí contigo. Ni por qué, si corremos demasiado en los tramos cortos, cada día necesito un minuto más para despedirme. Un centímetro menos de tu mundo a mi boca.

He sentido terror de perderte y te he perdido luego. Todo en menos de sesenta segundos. Te he escrito y me he preguntado luego qué me pasa. Y si lo estoy haciendo bien.
(Posiblemente no.)
Te he presentado a mis fantasmas y me han entrado ganas de ponerme a llorar. Y tus ojos se dieron cuenta mientras tu espalda se alejaba de tus labios en mi frente.

La peor parte de todo esto está siendo reconocerme a mí misma cada vez que uno de los dos cierra la puerta y jura que no piensa volver.
El mundo se despierta y yo respiro.
Lo suficiente, para qué.

Comentarios

Entradas populares