Réplica

Hace seis años pensé que este momento sería diferente. A veces me digo que fue ahí cuando empezó todo, pero en realidad sé que fue mucho antes. Ahora las paredes son diferentes, pero hace el mismo calor de junio y resuena un silencio casi idéntico a aquel que ya me parecía aterrador.
Si pudiera asomarme a la ventana que siempre permanecía cubierta en este preciso momento probablemente me echaría a llorar. Lloraría a borbotones con ella por todo lo que no sabe que se está rompiendo y nunca podrá recuperar. Por aquello que le está costando la vida.

Me la imagino más pálida, no sé muy bien por qué. Me la imagino empapada en sudor y con riachuelos negros recorriéndole las mejillas. A veces se abraza desnuda a la almohada y llora tratando de que el eco no resuene en la habitación contigua. No quiere calzarse porque significa abandonar el refugio, el hogar, la blanda seguridad de la tristeza desconsolada.
Ella no lo sabe, pero está engendrando un monstruo blanco y gris con cada lágrima que suelta.
Grita, grita mucho, y sus gritos me hacen querer llorar con ella. Por ella. Por mí.

Siempre se me ha dado bien escribir cartas que nunca tendrán destinatario. Es más fácil así. Es más fácil guardar en un cajón todo lo que me asusta para no hacer retroceder a los demás.
Es sorprendente cómo la promesa se esfuma tan rápido. Cómo puedo hacer sufrir al resto sólo porque yo sufro. No quiero eso. Nunca lo he querido. Solo hace que cargue sobre mis hombros más culpa de la que merezco.

Hace seis años pensé que este momento sería diferente...

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